Hoy he estado en el supermercado haciendo la compra y me he fijado una vez más en la procedencia de algunas frutas. Concretamente en los arándanos, que en los últimos 15 días han llegado desde tres diferentes lugares remotos: Zimbabwe (7000 km), Sudáfrica (8000 km) y Uruguay (9000 km).
Haciendo unos números rápidos con la capacidad de carga de un Boeing 747, su consumo por hora de vuelo y las distancias a los lugares de origen de nuestros arándanos, aproximadamente son necesarios 1,85 litros de combustible por cada kilo de arándanos que llega a nuestro supermercado, es decir que para consumir 250 gramos de arándanos (una tarrina de plástico normal) ha sido necesario quemar casi medio litro de combustible, ¡una relación cercana a 1:2!
Imaginad qué chocante y qué estúpido nos resultaría si cada vez que comiésemos algo cogiéramos una garrafa de gasolina y quemáramos una cantidad doble del peso del producto que comemos… pero eso es exactamente lo que está ocurriendo cuando compramos arándanos de Uruguay, salvo que la gasolina la queman en otro lugar y nosotros no lo vemos, y ojos que no ven….
Una de las mejores formas de contribuir a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero es consumir productos locales y de temporada. Para los amantes de los frutos rojos que aprecian sus propiedades saludables y antioxidantes hay todo un mundo por descubrir en las majoletas, agracejos, acerolas, serbas, endrinas o zarzamoras. Algunas de ellas, como las zarzamoras, incluso se pueden congelar y consumirlas frescas durante todo el año. Podemos sustituir la quema de combustible sobre el Atlántico o sobre África por un paseo con nuestros niños para recoger moras en una tarde de final de verano, eso sí que es saludable.
Con la suma de muchos pequeños cambios en nuestro modo de vida podemos producir un gran impacto positivo sobre el medioambiente.
Un abrazo
Pablo