La buena noticia es que la ciencia confirma que podemos vivir con la misma calidad de vida (incluso más) sin sobreexplotar los recursos con un simple gesto: eliminar el despilfarro y dejar de comportarnos como si el Medioambiente fuera inagotable. Y en eso consiste el decrecimiento, en ser sensatos y consumir (usar) sólo lo necesario, en desvincular nuestra presunta felicidad de consumir muchas cosas y asociar esa felicidad a las cosas que de verdad nos hacen falta y nos hacen felices.
Un buen ejemplo del despilfarro al que estamos acostumbrados y que es muy indicativo del gran margen de mejora que tenemos sin renunciar a casi nada podría ser el desperdicio alimentario: A nivel mundial, 1/3 de los alimentos que se producen (¡¡1/3!!) acaban en la basura. El impacto medioambiental de la producción de esa cantidad de alimento es enorme: se usa y contamina muchísima agua, se emite CO2, se agota la fertilidad del suelo… Decrecimiento es invertir en reducir este desperdicio y que nos alimentemos todos igual o mejor que ahora pero usando 1/3 menos de los recursos necesarios.
Otros ejemplos muy parecidos los podemos encontrar en el consumo de energía o en el de ropa, con unos porcentajes de desperdicio similares a los de los alimentos.
Ahora bien, cuando se habla en cualquier foro de que el decrecimiento es necesario siempre aparece alguien que defiende vehementemente que «los ecologistas estáis en contra del progreso y lo que queréis es que volvamos a la época de las cavernas«. Y tiene mucha aceptación porque esta es una idea simple, muy visual y nos reafirma en nuestra comodidad/inconsciencia actual. Además, no es problema que este razonamiento no resista ni 5 segundos de pensamiento crítico porque lo de razonar críticamente está en peligro de extinción. Es curioso, porque lo que sí que nos va a llevar de vuelta a las cavernas es seguir por este camino que sólo conduce a temperaturas insoportables, hambre, sed, guerras, extinciones masivas… a 48ºC y sin agua ni comida, no hay economía, ni cultura, ni política, ni ninguna de esas cosas que asociamos al progreso.
Por eso, cuando en una conversación salga el tema del decrecimiento con alguna persona recalcitrante, os invito a que le pongáis unos cuantos ejemplos de pequeños gestos cotidianos que son decrecimiento:
No conducir a 140 km/h no es volver a las cavernas
Usar jabón sólido en la ducha, que ahorra envases de plástico con “gel” (jabón con agua) que sólo sirven para transportar agua de colores no es volver a las cavernas
Comer sin carne uno o dos días a la semana (las lentejas o los garbanzos de tu madre de toda la vida) no es volver a las cavernas
Disfrutar de las verduras y frutas de temporada y de cercanía no es volver a las cavernas
Seguir usando el iPhone X a pesar de que existe el iPhone X+1 (ó +2, ó +3…) no es volver a las cavernas
No comprar la camisa 25 cuando ya tienes 24 en el armario o volver a ponerte en Nochevieja el mismo vestido que hace 4 años no es volver a las cavernas
Apagar el portátil cuando te vas a tomar una cerveza y vas a tardar 2 horas en regresar no es volver a las cavernas
Y así podríamos seguir durante horas, proponiendo pequeños gestos que son decrecimiento…
Si una vez expuestos estos ejemplos veis que vuestro interlocutor sigue pensando que los ecologistas somos unos utópicos o algo peor, no merece la pena perder el tiempo alargando la discusión. Es mucho más rentable dedicar ese tiempo a tratar de convencer a otra persona más sensible.
Para terminar os voy a hacer 2 recomendaciones muy interesantes sobre el tema del decrecimiento:
– En primer lugar el magnífico libro de Jason Hickel «Menos es más». Una lectura altamente recomendable.