Debido a la sequía pertinaz en la que estamos sumergidos, en algunos foros se vuelve a hablar de la necesidad de construir más presas, sin tener en cuenta que lo que escasea no son las presas, sino el agua para llenarlas, y sin tener en cuenta el enorme impacto ambiental que estas estructuras tienen asociado.
Por eso hoy vamos a hablar sobre las grandes presas.
Estas megaconstrucciones que surgieron tras la segunda guerra mundial se convirtieron en símbolo de modernismo, desarrollo económico y del control del hombre sobre la naturaleza.
Ninguna nación estaba completa sin una.
El problema es que su construcción siempre ha seguido criterios políticos, por lo que los beneficios se han producido a nivel político-económico, antes que solucionar ningún problema concreto. Una revisión actualizada nos permite ver claramente que en la construcción de estas grandes presas hubo falta de honestidad en el balance de costes y beneficios: desde el punto de vista económico, los costes excedieron en un 50% las estimaciones originales. Además, la contribución real de esos proyectos de presas a la economía fue muy pequeña, en comparación con la contribución de los demás sectores en aquellas áreas. Por eso, hoy en día se gastan billones de dólares en corregir los impactos producidos por las pérdidas de pesquerías, suelos salinizados y pérdidas de humedales que alimentaban a mucha gente. Los costes ambientales no se tuvieron en cuenta para que la viabilidad de los proyectos multimillonarios no quedase en entredicho.
Esta revaluación moderna del impacto económico de las grandes presas ha sido realizada por el Banco Mundial, que en la segunda mitad del siglo XX ha gastado 75 billones de dólares en construir grandes presas en 92 países. En su estudio han encontrado sobrecostes enormes, escándalos de corrupción millonarios, presas vacías por la hidrología local, turbinas nunca conectadas, proyectos de riego nunca ejecutados y el desplazamiento de 80 millones de personas.
Vamos a ver un resumen de los datos más llamativos de este informe:
El sobrecoste medio de la construcción de todas estas presas fue del 56%.
El 50% de las hidroeléctricas produce significativamente menos electricidad de la prometida:
Hidroeléctricas de abastecimiento a ciudades: 2/3 proporcionan menos agua de la proyectada y 1/4 aportan menos de la mitad.
Hidroeléctricas para regadío: 1/4 riegan menos del 35% de la superficie estimada.
Las que también prometieron protección frente a las avenidas han incrementado la vulnerabilidad de la población porque se mantienen llenas para producir electricidad y dan la falsa seguridad de que la presa previene crecidas, así que la gente se traslada a vivir a lugares en los que antes no se habrían atrevido.
Para colmo, las megapresas son muy ineficientes. La presa de Asuán produce 6 KW por hectárea inundada, pero hay otras presas en Burkina Faso o Surinam que producen menos de 1 KW/Ha . Para que os hagáis a la idea del disparate que esto supone, un aerogenerador moderno y grande produce entre 1000 y 3000 KW. Sería como si para poner un aerogenerador hubiera que destruir 1000-3000 hectáreas de tierra fértil y echar a sus habitantes (un molino ocupa 300 metros cuadrados y se puede seguir cultivando debajo).
El informe del Banco Mundial destaca la destrucción de tierras fértiles como el mayor impacto producido, desplazando a 80 millones de personas en el mundo.
Entre otros daños colaterales, destacan la salinización de suelos por exceso de riego, la acumulación de sedimentos que reduce la fertilidad de las llanuras y produce erosión (los humedales costeros del oeste de África han desaparecido en su práctica totalidad debido a las presas), la destrucción de la pesca aguas abajo (un caso curioso es el del río Columbia, donde uno de los caladeros de salmón más grandes y lucrativos del mundo ha desaparecido, pescado que, según este informe, tiene mucho más valor económico que la electricidad producida en las presas) y las corruptelas a escala colosal. A continuación mencionamos 3 casos especialmente llamativos:
- En Zambia (en el río Zambeze), se construyó en 1959 la presa más cara del mundo (1 billón de doláres). Inundó una rica planicie fértil donde vivían 57.000 personas con el objetivo de mejorar la economía y el desarrollo de la gente de Zambia. Toda la energía eléctrica producida y el agua son usadas en minas de cobre, explotadas por multinacionales. La gente de Zambia ni las huele.
- La presa de Akosombo en Ghana inundó un área fértil del tamaño del Líbano para producir electricidad a bajo coste a una fundición de aluminio americana. La pérdida de sedimentos ha producido que el delta del río Volta se haya erosionado y 10.000 personas hayan tenido que desplazarse.
- La presa de Manantali, en el río Senegal, ha eliminado las inundaciones que proporcionaban riego y abono gratis a medio millón de personas, que ahora son dependientes de los abonos químicos (que no siempre pueden comprar), lo que ha acabado con la seguridad alimentaria de la zona.
Habitualmente los beneficios de las presas son a corto plazo. Sin embargo, los costes se producen a largo plazo. Las élites de las ciudades (vinculadas al sector de la construcción) ganan mucho y los pobres del campo pierden mucho…
Las grandes presas están pensadas para almacenar grandes cantidades de agua, pero en los climas cálidos esto supone un problema: la evaporación.
La presa de Asuán, en Egipto, pierde cada año del 25 al 40% de toda el agua que recibe del Nilo, debido a la altísima evaporación. Eso es más de toda el agua que consume Inglaterra. En Namibia, se estima que la evaporación anual de la presa de Epupa podría abastecer a la capital durante 42 años. De hecho, aguas abajo de la presa hay disponibles menos recursos hídricos que aguas arriba.
La energía hidroeléctrica presuntamente no emite gases de efecto invernadero y es una energía limpia ¿verdad? Salvo que ocurra lo que pasa en muchas grandes presas. Veamos ejemplos:
- La presa de Balbina en la selva amazónica ha inundado 2400 kilómetros cuadrados de selva tropical. La vegetación se está descomponiendo en condiciones anaeróbicas, por lo que produce enormes cantidades de metano. Este gas produce un efecto invernadero equivalente a 8 centrales térmicas de carbón.
- Este mismo problema lo sufren el 50% de las presas de países tropicales (contaminan más en cuanto a gases de efecto invernadero que sus equivalentes en combustibles fósiles). Se estima que los embalses producen un 20% del metano global y suponen un 7% del efecto invernadero (más que el transporte aéreo). Toma energía limpia.
En resumen, las grandes presas (como todas las grandes infraestructuras) tienen un elevado impacto ambiental y, con frecuencia, se construyen atendiendo sólo a criterios económicos cortoplazistas. Si los proyectos de construcción incorporasen todos los costes ambientales que provocan a largo plazo, serían considerados inviables. Por estos motivos, en la mayoría de los casos, la construcción de megapresas NO soluciona nuestros problemas de agua.
España es un ejemplo paradigmático, ya que es uno de los países del mundo con más presas per cápita y estamos estancados en una escasez de agua crónica. El problema no es la oferta de agua (presas) sino la excesiva demanda (el consumo). Debemos cambiar nuestro modelo de gestión y uso del agua, pero de eso hablaremos otro día.