La tragedia del mar de Aral

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Tras un tiempo sin escribir un artículo detallado de temática ambiental y, aprovechando el descanso del verano, hoy os hablamos de lo que la ONU considera el mayor desastre ambiental del siglo XX: la desaparición del Mar de Aral. 

Apocalipsis ecológico y social.

Hasta los años 60, el mar de Aral cubría un área del tamaño de Bélgica y Países Bajos juntos, y era famoso en Rusia por sus riquísimas pesquerías, sus preciosas playas (donde veraneaba la clase alta) y sus aguas azules y puras. La nueva realidad es diferente: el mar se ha dividido en 3 charcas hipersalinas que contienen solamente una décima parte del agua original, el desierto en lo que antes era el lecho del mar crece cada año una superficie de 20 veces la isla de Manhattan, los lugares de vacaciones están abandonados a decenas de kilómetros de la orilla actual, los peces murieron y la floreciente industria conservera de pescado de sus orillas se alimenta actualmente de pescado congelado que traen desde miles de kilómetros en tren (otro coste ambiental para dar trabajo a los conserveros).

Lo que ha ocurrido es que los dos grandes ríos que alimentaban el mar de Aral (uno de ellos con un caudal similar al del río Nilo) han sido desviados para cultivar algodón a gran escala. Ya en el siglo XIX, los zares vieron la posibilidad de cultivar algodón en el desierto y rivalizar con la producción del sur de EEUU. En 1921, Lenin inició grandes proyectos de regadío que se ejecutaron en la etapa de Stalin, convirtiendo todas las granjas de la zona en comunas cultivadoras de algodón. Se inició la construcción de una inmensa red de canales para regar millones de hectáreas de desierto para cultivar algodón exclusivamente. Pueblos nómadas y ganaderos de la zona fueron esclavizados para trabajar en los campos. Incluso el primer ministro de Uzbekistán se quejó en 1938, aludiendo que  «No podemos comer algodón», por lo que fue fulminantemente fusilado.

En 1960, a pesar del ingente volumen de agua desviada a los canales, el mar de Aral seguía más o menos inalterado, gracias a unos años bastante húmedos y a que una buena parte del agua de riego retornaba como excedente al mar. Pero desde Moscú se demandaba más algodón, y entre 1965 y 1980 la superficie irrigada se duplicó, alcanzando 8 millones de hectáreas. En ese momento, el 85% de los campos de la zona ya eran de algodón. Aún así, se abandonaron otros cultivos para sustituirlos por algodón. Se sembraron hasta las instalaciones deportivas.Todos los ciudadanos estaban obligados a recoger algodón entre junio y noviembre. Se vaciaban las escuelas y las prisiones. Los autobuses eran detenidos por la policía y no se les permitía seguir con el viaje hasta no haber recogido una cantidad de algodón.

Las últimas canalizaciones estaban llevando agua a las zonas más secas y con suelos más pobres, que necesitaban el doble de agua, así que se acabaron los retornos de agua excedente y el mar de Aral empezó a disminuir. En 1990, su superficie se había reducido en un 66%. Puede parecer que fue el resultado impredecible de una sobreexplotación, pero existen planes de los años 70 en los que se estimaba que para el año 2000 el mar habría desaparecido por completo y que se podría usar todo el antiguo lecho para cultivar algodón. Hoy en día se ha incrementado otro 15% la superficie regada y Turkmenistán y Uzbekistán son los países con mayor uso per cápita de agua del mundo.

Un comentario al margen: A lo largo de la historia, los gobiernos de izquierdas han destruido el medio natural exactamente igual que los de derechas:  la defensa de nuestro entorno no es cuestión de ideología política, sino de responsabilidad personal. Volvamos al mar de Aral….

Como suele pasar en los grandes megaproyectos, su muerte está en el mantenimiento. 

Tras la caída de la URSS, el mantenimiento del colosal sistema de canales se ha reducido al mínimo y un 40% del agua acaba filtrándose o evaporándose en el desierto. El exceso de riego está provocando que se acumulen grandes cantidades de sal en la superficie de los cultivos.

El 50% de los suelos de Uzbekistán están salinizados. 

La única manera de eliminar esa capa tóxica de sales es con más agua, así que el 50% del agua se usa antes de plantar el algodón para lavar el suelo. Grandes extensiones de cultivos están siendo abandonadas, los ingresos disminuyen rápidamente y la economía de Uzbekistán sigue siendo dependiente del algodón…

En la desembocadura de los ríos al mar de Aral, hay una pequeña república habitada por dos millones de personas, Karakalpakstán, que fue una zona muy fértil. Hoy sólo recibe los excedentes hipersalinos de aguas arriba. Aún así, están entregados al cultivo del algodón: nadie ha hecho otra cosa en los últimos 50 años y aunque cada vez sea menos rentable siguen haciéndolo (¿no hay un paralelismo con el olivar andaluz para un futuro próximo?). Los niños mayores de 11 años trabajan obligatoriamente cogiendo algodón durante 10 horas al día por 1 dólar. El 40% de las tierras de Karakalpakstán están abandonadas desde 1990. Apenas hay agua potable sin salinizar. Además, al abandonar los cultivos y dejar de circular agua por los viejos canales, ha dejado de infiltrarse agua en el suelo y el 66% de los pozos se ha secado.

Nadie puede escapar al deterioro del clima: el mar de Aral regulaba el clima de la zona. Ahora, los veranos son más cortos y 3 ºC más cálidos, mientras que los inviernos más largos y fríos. La lluvia ha disminuido y la región es azotada constantemente por tormentas de polvo (se estima que son arrastradas por el viento 77 millones de toneladas de polvo del lecho del mar cada año). Este polvo lleva cantidades alarmantes del cóctel químico en los cultivos desde los años 60: DDT, lindano… y acaba en los pulmones de los habitantes de las zonas circundantes al mar. Pero sobre todo, el polvo arrastra millones de toneladas de sal. Las mujeres no pueden dar el pecho a sus hijos porque la concentración de sal es tan alta que los deshidrata. El 97% de las mujeres sufre anemia y un 87% de los niños ya nacen anémicos. Uno de cada 20 bebés nace con malformaciones, la tasa de cáncer de esófago es la mayor del mundo, así como la de tuberculosis. 

La esperanza de vida en Karakalpakstán se ha reducido en 13 años desde 1960.

En la última década se ha iniciado un proyecto para intentar recuperar parcialmente el mar de Aral. Con el aporte de agua que recibe, es imposible restaurarlo, pero se ha tenido un éxito moderado al construir un dique que concentra el agua disponible, ya que una pequeña parte de la superficie original vuelve a estar cubierta por una lámina de agua. Esto ha permitido que vuelva algo de pesca y que haya menos tormentas de polvo en esa zona concreta. Con el abandono de los cultivos puede haber algo más de agua disponible para volver al mar, quién sabe…

Cuando veáis una camiseta de algodón a 3 € en tiendas de ropa, preguntaros por qué es tan barata…

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