Calima y lluvia de barro

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Hoy nos hemos despertado con el cielo de color rojo, especialmente en la zona de Murcia y Valencia, que bien podrían confundirse con Marte gracias a la gran cantidad de polvo en suspensión en la atmósfera que procede del norte de África empujado por los fuertes vientos de la borrasca Celia:

Estos episodios de llegada de grandes nubes de polvo sahariano son naturales y son bien conocidos aquí en la Universidad de Granada, donde se estudia su impacto sobre las lagunas de alta montaña de Sierra Nevada. Lo que no es natural es la frecuencia ni las dimensiones de los últimos episodios que se están produciendo. El origen de estas enormes cantidades de polvo está en los fenómenos que dan sentido a la existencia de nuestra asociación: la deforestación y la desertificación.

Grandes extensiones del entorno del desierto del Sáhara han sufrido en las últimas décadas una intensa deforestación para ampliar cultivos o simplemente para el uso de la madera como combustible. Estas zonas, que ya eran relativamente áridas de por sí, al encontrarse sin vegetación pierden gran parte de su capacidad de infiltrar agua cuando llueve, lo que las convierte en aún más secas y además empiezan a aumentar los procesos de erosión. Al llegar a este punto en el que ya se ha perdido la capa fértil del suelo, los habitantes encuentran cada vez más difícil cultivar y como último medio de subsistencia incrementan la ganadería de cabras que son muy resistentes y comen casi cualquier cosa, pero también aceleran todos los procesos de erosión y pérdida de suelo. El resultado final es un paisaje completamente desnudo de vegetación y sin suelo con capacidad de absorber agua ni regenerarse: el desierto ha crecido y ha ocupado otros ecosistemas que antes albergaban gran biodiversidad y a una población humana que ahora son los más pobres de los suburbios de las grandes ciudades a las que han tenido que emigrar o son los inmigrantes que tratan de llegar a Europa jugándose la vida.

Cuando el suelo desnudo se seca por el sol y ya no tiene humedad suficiente para mantener la cohesión de las partículas, se vuelve extremadamente vulnerable a la erosión eólica. Cuando el viento sopla con fuerza arrastra toda la capa superficial de este suelo y con ella se lleva las esperanzas de regeneración natural de la vegetación a largo plazo porque es en esta capa superficial donde está la materia orgánica y los nutrientes imprescindibles para las plantas. Y esa polvareda que se lleva el viento, millones de toneladas de lo que anteriormente fue suelo fértil, el pasado y el futuro del África subsahariana, es lo que ahora cae sobre nosotros y nos resulta una incomodidad porque es feo, porque nos hace toser o porque nos ensucia el coche…

Pero además de ensuciarnos, este polvo tiene múltiples impactos sobre nuestro medioambiente: En su camino hasta aquí miles de toneladas de este polvo rico en nutrientes caen al mar Mediterráneo fertilizándolo en exceso y produciendo un cambio en las comunidades de fitoplancton y de peces que aún no comprendemos completamente; los ecosistemas de alta montaña ultraoligotróficos (adaptados a vivir con muy pocos nutrientes) llenos de especies endémicas se ven alterados y colonizados por especies generalistas que no podrían vivir si no tuvieran estos aportes extra de nutrientes y que desplazan a los endemismos; el polvo se deposita sobre la nieve de Sierra Nevada, ensuciándola y oscureciéndola y esto hace que refleje menos radiación solar y se caliente y se derrita mucho más rápido que si fuera blanca, reduciendo la recarga de los acuíferos… todo está conectado.

Precisamente para luchar contra este avance del desierto se ha puesto en marcha el mayor proyecto de reforestación de la historia: la llamada «Gran muralla verde». Sus objetivos son crear una gran zona forestada que sirva de freno al avance de los procesos de desertificación y mejore la calidad de vida de millones de personas. Aquí podéis encontrar más información sobre este proyecto:

Gran muralla verde (África) – Wikipedia, la enciclopedia libre

Los procesos de desertificación están ya en nuestras puertas, sólo tenéis que dar un paseo por los alrededores de Castell de Ferro, por la Alpujarra baja o por Cenes de la Vega por ejemplo para verlos a 70, 50 ó 5 kilómetros de nuestra casa. Es el momento de trabajar para evitar que dentro de unos años en Asturias reciban tormentas de polvo procedentes del desierto de Andalucía y Castilla la Mancha y que nuestros hijos sean los refugiados del futuro. Sólo hay que ser sensatos y mantener una cubierta vegetal lo más natural posible. Todavía estamos a tiempo. Somos la generación a la que le ha tocado ser los responsables de permitir o evitar el desastre.

Por favor, hablad de estos temas con vuestros amigos, con la gente de vuestro entorno. Reenviad estos mensajes. Transmitid a otros la ilusión de participar en un proyecto como el nuestro para cambiar las cosas. Creeros vuestro papel y vuestra responsabilidad en lo que está ocurriendo. Ayudadnos a conseguir más socios para que podamos llegar a más gente y podamos regenerar más superficie. Ayudadnos a trabajar por el bien común. Hagamos que Bosques para el Futuro sea algo grande.

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